El profesor continuaba escribiendo formulas en la pizarra y
él escribía en su cuaderno sin levantar la mirada para ver la pizarra, la
levantaba pero solamente miraba a una chica sentada un par de filas delante
suya. Ella si miraba a la pizarra, apuntaba lo que el profesor explicaba alternándolo
con unos cuantos secretos que compartía con su compañera. Él volvió a bajar la
mirada y continuo escribiendo algo en su cuaderno pero para él era demasiado
complicado evitar la tentación de mirarla. Volvió a levantar la cabeza y vio
como ella se reía levemente tapando su boca con la mano, él solo supo suspirar
agachar la cabeza y continuar escribiendo.
Pasaron los minutos hasta que sonó la sirena que avisaba que
la clase había terminado, él se levanto y se dirigió hasta delante de la mesa,
ella no se dio cuenta porque seguía copiando las formulas de la pizarra, al darse
cuenta levanto la mirada y él le pregunto sonriendo -¿Qué tal lo llevas? Ella
junto las palmas de sus manos y las escondió entre las piernas presionándolas con
los muslos y sonriendo le contesto –Pues bueno, no muy bien. Son un montón de
formulas… Pero bueno ya veremos- dijo para finalizar. Él la sonrió y la dijo –Yo
si quieres puedo ayud… -Se detuvo al instante al ver al chico del corazón de
madera frente a la puerta de la clase. Él lo miro y retrocedió un paso de ella
mientras el chico del corazón de madera lo miraba con odio. El chico del corazón
de madera entro en la clase con decisión y ella entonces se percató y se giro dejándolo a él a su espalda y
mirando al chico del corazón de madera, mientras se acercaba a ella a un le dio
tiempo a volver a mirar a su espalda y mirarlo a él, dejándolo una mirada de
esas que esconden una gran pena. El chico del corazón de madera la saludo y la
beso, la enrollo con sus brazos pasándoselos por detrás del cuello y ella lo
agarro de la cadera. Mientras salían el chico del corazón de madera se volvió con
la cabeza para mirarlo por última vez, una de esas miradas que esconden un gran
odio.
Él se quedo de pie frente a la mesa de ella, pensando en cómo
ella no se había dado cuenta de todo aún, cuando volvió en sí se percato de que
todos ya habían salido al patio y que estaba solo en la clase. De repente se
puso en movimiento, y se dijo en voz alta –Que le jodan-. Fue hasta su mesa y
arranco la hoja en la que, durante la clase, estuvo escribiendo. La fue
doblando con cuidado hasta que quedo pequeña, se acerco a la mochila de ella y arrodillándose
la dejo caer en el interior del bolsillo pequeño de su mochila. Se puso en pie
de nuevo soltando un suspiro, uno de esos que son como si no tuvieras vuelta atrás
y salió al patio.
Ya se habían acabado todas las clases, y él estaba en la
verja esperando, como siempre a que ella saliera para verla por última vez.
Ella estaba con el chico del corazón de madera y cuando él los vio suspiro. El
chico del corazón de madera se saco un paquete de tabaco del bolsillo de la
chaqueta y la dijo –Guárdamelo-. Ella le reprocho pero finalmente lo cogió y lo
guardo en el bolsillo pequeño de su mochila, al ir a sacar la mano noto algo y
saco una hoja de cuaderno cuidadosamente doblada. El chico del corazón de
madera le pregunto - ¿Qué es eso?- Ella le respondió –No lo sé- y empezó a desdoblarlo,
él mientras tanto se puso muy nervioso contemplando la escena y susurrando –Ahora
no… ahora no-. Cuando ella termino de leerla se dio cuenta como el chico del corazón
de madera ya se acercaba hacia él.
Él sin saber que hacer extendió los brazos hacia el chico
del corazón de madera en señal de disculpa pero cuando llego le propino un
puñetazo en el ojo izquierdo, uno de esos puñetazos que son como si te
golpearan con una barra de acero. Él cayó al suelo irremediablemente y el chico
del corazón de madera se inclino hacia él soltándole varios puñetazos más. Finalmente,
entre varios chicos consiguieron apartar al chico del corazón de madera de él.
Entonces fue cuando ella entro en escena, y arrodillándose ante él le dijo – ¿Estas
bien? …Lo siento- entonces se escucho como el chico del corazón de madera le
dijo que a ella que ya se iban. Ella, entonces le dijo – No deberías haberla
escrito- se levanto y se fue mientras se la caían las lagrimas.
Él ayudado por otros chicos comprendió dos cosas, una que
aquel chico no era del corazón de madera, si no el de los puños de hierro y
segunda que ningún golpe duele tanto como perder, como perderla a ella.
Ella estaba tirada en la cama, como una colilla olvidada,
con la cabeza escondida con la almohada, llorando, llorando todo lo sabía, lo
que quería, lo que había perdido y lo que quería recuperar. Finalmente se
levanto, se acerco hacia el baño y se puso frente al espejo. Comenzó a
maquillarse, poniendo especial énfasis en tapar un moratón que tenia al lado de
su ojo derecho. Mientras intentaba tapar el moratón se la empezaron a caer las lagrimas
mientras recordaba los años pasados, cuando ella y su marido no eran más que estudiantes
de instituto, cuando ella creía ser feliz a su lado. Al final, al no ser capaz
de tapárselo por completo se coloco el pelo cuidadosamente para que se lo
tapara. Y entonces mirándose al espejo, suspiro y se dijo –Soy fuerte-.
Entonces, cogió su chaqueta y salió a la calle.
Ella deambulo durante un par de horas sin
rumbo por las calles, hasta que se quedo detenida frente a un edificio y
suspirando se decidió a entrar en él. Al entrar se quedo parada admirando el
ajetreo que había en aquella comisaria. Entonces, una mujer vestida de uniforme
le pregunto -¿Puedo hacer algo por ti? Ella asistió con la cabeza y siguió a la
agente hasta la mesa que la indicaba con el brazo. Ambas se sentaron, cada una
a un lado de la mesa y la policía la dijo- Cuénteme- entones ella se le
comenzaron a caer las lagrima, esas que hace tiempo que se la deberían haber
acabo y comenzó a hablar.
Él condujo a un hombre esposado hasta el coche y le
introdujo en él mientras le decía –La próxima vez te lo pensaras dos veces
antes de vender tu mierda frente a un colegio. El hombre esposado no dijo nada,
y él mirando a su compañero le dijo – Vamos a llevar a esté a comisaria. Su
compañero asistió con la cabeza y ambos montaron en el coche.
Dejaron el coche en el aparcamiento de la comisaria y él se dirigió
hacia la comisaria mientras su compañero lo seguía arrastrando al hombre
esposado. Al llegar al hall de la comisaria, el policía de la entrada le
pregunto a él - ¿Qué traes? Y él mirando al hombre esposado le respondió –Un tío
vendiendo droga frente a un colegio. Él al entrar en la comisaria se quedo
parado, parecía congelado por dentro pero en realidad donde estaba helado era dentro
de él mismo. Una compañera suya que iba hacia la fotocopiadora al verle mirar a
la mujer que ella misma estaba atendiendo le pregunto -¿Qué te pasa? -Él volvió
sobre sí mismo y sin dejar de mirarla la contesto -¿Qué la pasa? La policía la
contesto –Violencia de género, otra más dijo para concluir.- Ella mientras
tanto seguía absorta en sus pensamientos, sin ser consciente de nada de lo que sucedía
a su alrededor, simplemente miraba una grapadora que había en la mesa sin
pestañear, simplemente pensando. Él se dio cuenta de que su compañera llevaba
la denuncia en la mano la dijo – Tomate un descanso, yo me encargo, la conozco.-
Él sin esperar la respuesta le quito la denuncia de las manos y se acerco hacia
la mesa en la que ella estaba sentada. La policía a pesar de no estar demasiado
conforme no le dijo nada.
Él se sentó en una silla frente a ella y mirándola la
pregunto- ¿Qué te ha pasado?- Ella levanto la cabeza para mirarle a los ojos y
entonces se dio cuenta –Eres tú ¿Qué haces aquí?- Él la sonrió y la respondió -Trabajo
aquí, ¿Quién ha sido?- Ella se quedo
callada por un momento y avergonzada le contesto –Al final nos casamos, unos
años después de acabar el instituto, al principio todo iba bien pero no sé…
hace algún tiempo cambio… realmente él no es malo, solo qu..- Entonces, él la
corto cuando a ella se le empezaron a saltar las lagrimas diciéndola - Para- Él se acerco a la silla donde ella estaba
sentada e inclinándose la dijo mientras apartaba el pelo que tapaba el moratón –No
es necesario que me des más explicaciones, no debes sentir vergüenza, no es
culpa tuya. ¿Sabes? Aquel día, con las matemáticas, no pude ayudarte, pero déjame
que lo haga ahora. Ella entonces sonrió levemente, y evadiendo mirarle a los
ojos por vergüenza le dijo –Realmente no es por eso, es solo que...- a ella le
costaba mucho termina y él agarrándola la mano la dijo- Dime- Ella miro hacia
su mano y como él se la había acariciado y como con fuerzas renovadas prosigió diciendo- Pues que después de pasara aquello, nunca más te volví a hablar, pero
en realidad siempre quise hacerlo. Solo que tenía miedo de que te volviera a
hacer daño. Él sonrió y la dijo –No te disculpes, no fue culpa tuya.- Ella para
acabar simplemente le dijo-Lo siento- Él no contesto y solamente la volvió a
acariciar la mano, ella bajo la mirada al notar el contacto y después levantó la
mirada para volver a verle y le sonrió, una de esas sonrisa que son como si te
hubieras quitado un peso que llevaba demasiado tiempo sobre tus hombros. Él volvió a su silla para
sentarse mientras la pregunto -¿Sabes dónde está? -Ella negó con la cabeza y
contesto –Discutimos y se marcho. Él entonces dijo-Vale, entonces ahora mi
compañero y yo le esperaremos en tu casa, hasta que regrese.- Y sin decir nada
más ambos se levantaron y ella por primera vez en mucho tiempo tuvo una sensación
de seguridad.
Los tres estaban sentados en el salón, ella, él y el su
compañero policía. Llevaban ya varias horas esperando sin apenas hablar, ella y
él solían cruzarse miradas en las que no estaba muy claro si tenían miedo, o
estaban contentos. Entonces, se escucho algo tras la puerta de la calle, y una
llave comenzó a introducirse en la cerradura, ella se puso muy nerviosa. Los
tres se levantaron mientras la puerta se abría. Se abrió y allí estaba el que
hasta hace no tanto era el chico de los puños de acero y que ahora era un
hombre. El hombre de los puños de acero al ver a los dos policía dijo mirándola
a ella-¿Qué coño pasa aquí?- y fue entonces, cuando casi ni siquiera había terminado
de hablar se percato de que conocía a uno de esos dos policías y gruñendo
enfadado grito –Tú otra vez- Él entonces, con algo de miedo le dijo –Estás detenido-
El hombre de los puños de acero en instante cogió una pequeña figura metálica
que había en un mueble a la izquierda y con él golpeo al segundo policía que
aun no había abierto la boca en la cabeza dejándolo inconsciente en el suelo.
Esté cayo inconsciente casi en el acto. Él saco su pistola de la funda y cuando
iba apuntarlo para intimidarlo noto como un objeto le golpeaba en el hombro
dejando caer la pistola al suelo. El hombre de los puños de acero aprovecho el
momento para abalanzarse sobre él, pero ella cogió la figura y golpeo al hombre
de los puños de acero mientras decía –Esta vez no te lo voy a permitir- mientras ambos forcejeaban, el hombre de los
puños de acero se resintió por un momento pero no lo suficiente para que él
pudiera reducirle ya que apenas podía mover el brazo por el golpe en el hombro
y al final acabo en el suelo. Ella mientras tanto al ver como el hombre de los
puños de acero se acercaba retrocedió pero este la golpeo dejándola tendida
sobre sofá. Él al ver como la golpeaba se levanto y dejando el miedo que al
principio tenía, se abalanzo sobre él con rabia y lo golpeo con fuerza varias
veces gritando –No voy a permitir que la vuelvas a tocar, hijo de puta-. Su
compañero se levanto desorientado y al verle a él golpeándolo se acerco rápidamente
y lo empujo diciendo –Déjamelo a mi.- Entonces el policía le coloco las
esposas- Y él se acerco a ella, que estaba llorando y abrazándola la consoló.
El policía ya había subido al coche al hombre de los puños
de acero, él estaba con ella frente a la puerta y la dijo –No te preocupes, no volverá
a hacerte nada, ahora tengo que irme.- Ella rápidamente le dijo –No, quédate
conmigo, por favor- él simplemente pudo asistir con la cabeza.
Y así fue, como él se quedo en aquella casa hasta que llego
el día en que empezó a llamarla hogar. Él entonces comprendió que por muchos
puños de acero que tuviera, no era más que el hombre del corazón cobarde, y
ella comprendió que nunca es tarde para pedir ayuda, que siempre te pueden
ayudar pero, sobretodo, que el amor de verdad, no duele.
@RubenCalvo8