Ella
el norte, tú el sur, ella el paradigma de lo ideal, tú la autentica felicidad,
ella el ayer, tú el todos los días. Ella era la chica de los ojos tristes, de
lo formal, de ponerse la mano frente a la boca cuando se reía, siempre chocando
con sus vergüenzas en todas las esquinas, y tú tan que me miren, que veras como
les sorprendo, la chica de las risas a carcajadas y los ojos claros.
De
ella me llamo la atención su sonrisa, y el no comprender como detrás de esa
sonrisa parecía haber una niña pidiendo a gritos que alguien la salvase, y yo
que quizás he leído demasiadas historias de heroicos caballeros y de princesas
en apuros, no tarde en ajustarme el yelmo e ir a matar a todos sus dragones y
librarla así de su cautiverio en la torre más alta del castillo de sus miedos.
Y entonces llegabas tú sin espada ni armadura, y derrotabas a todos los
dragones que ahora eran mis carceleros, con tus ojos claros, y la sonrisa de la
niña despreocupada, siempre sacando a este valiente caballero de todos sus
aprietos. Confieso que nunca te he visto la corona, pero coño no te hace falta
para ser la mejor de las princesas. Ella la princesa en apuros y tú la princesa
que siempre me saca de todos mis apuros.
Me
gustan las personas que paran el tiempo, que congelan los segundos y hacen que
el mundo deje de girar, y eso es lo que siempre has hecho conmigo, dejarme
helado, parar el tiempo y restarle importancia al resto del mundo. Mi mundo era ella, sus
miedos, que ahora también eran los míos pero entonces llegabas tú y sin cambiar
de trucos me volvías a hacer magia.
Ella
tan Londres en otro día lluvioso, tú tan Sevilla a mediados de Abril y yo en la
terminal con el dinero justo para un único billete de ida y una pregunta,
¿Norte o Sur?
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