Queda
poco, y nunca fuimos nada, hemos dejado
hundirse el barco en el que supuestamente íbamos a ser felices tú y yo. No sé
si hemos chocado contra un iceberg enorme hecho íntegramente de miedos, o que
en realidad otros barcos nos ha atacado, el caso es, que estamos hundidos.
Me
gustaría hablar de cómo mis dedos subían por tus muslos como si fueran
explorares buscando un tesoro perdido, o como mi boca a la vanguardia te
iniciaba la guerra todas las noches, o de nuestros tratados de paz cuando te
llevaba el desayuno a la cama después de nuestra batalla, pero no sería verdad,
nunca he podido contarte los lunares, ni he explorado tu cuerpo, ni si quiera
mis labios ha podido abrir fuego contra tu piel.
Todo
sería una mentira, si contara esta historia como si hubiera sido algo, no fue
nada o casi nada, fue la confianza que mutuamente nos teníamos. Yo confiaba en
ti porque sabía que nunca me atacarías a mala fe y tú creo que también
confiabas en mí, no voy a aventurarme a decir porque, pero confiabas en mi.
Nos
hemos hundido antes de ni siquiera haber batallado en uno de los camarotes,
solo fuimos la confianza que nos teníamos. Pero, confianza es lo que necesito
el inventor del submarino, confianza y algo de mala fe para intentar hacer la
guerra bajo el agua, para pensar que los barcos hundidos aun pueden sobrevivir
para presentar batalla, supongo que todo
vale en el amor y en la guerra, así que ¿Qué te parece si ésta vez luchamos con
submarinos?
@RubenCalvo8
No hay comentarios:
Publicar un comentario