Nunca
olvidaré aquella noche
que
dejé el orgullo volcado en una cuneta.
Cuando
se te cruza el miedo,
lo
peor es tratar de esquivarlo,
intenta
que si te sorprende al menos
que sea acelerando.
Pasó tan jodidamente deprisa,
que
cuando quise darme cuenta,
ya
tenía la vida del revés
y
la cabeza boca abajo.
Aunque
yo no terminaba
de
saber si fue culpa
de
los zapatos o del asfalto.
Como
quien no termina
de
saber si culpar a la piedra
o
a quien se empeña en superarla.
Me
quede como quien no se cree
que
todo haya pasado tan rápido.
Como
quien no admite
que
no le haya dado tiempo a disfrutarlo.
Y
es que os aseguro que lo doloroso
no
es el golpe,
es
el admitir que te han noqueado.
Aún
hay días que trato de levantar a pulso
los
sueños como lo hice aquella noche,
pero
aún hoy siguen pesando demasiado.
Ya
no tenía la cabeza boca abajo,
pero
ella seguía explorando
y
todo esto por no admitir
que
todo se había acabado.
Y
es que ,a veces,
lo
peor no es tener que arrastrarse,
es
saber que nunca volverás
a
estar del todo levantado.
Fue
como cuando recibes
un
gol en el tiempo extra,
te
dejan sin ninguna opción de remontada.
Y
es que, no es cuestión de empatar o no,
es
la satisfacción de no haber tirado la toalla.
A
veces pensamos
que
nosotros no necesitamos reglas,
que
eso de poner las luces de emergencia
son
para quien no sabe esquivar lo que bloquea.
Pero
como he dicho al miedo
se le vence acelerando,
pero,
eso uno no lo comprendese le vence acelerando,
hasta no haber chocado.
@RubenCalvo8