miércoles, 13 de mayo de 2015

Las culpas.

Dicen que son los pequeños detalles los que enamoran, como aquella vez que me buscaste con la mirada y me dijiste una tontería de las nuestras, como tú solo sabes hacer, y yo decidí seguirte el juego de las tonterías encadenadas, y entre tontería y tontería te mordiste el labio, que ya sé que me decías que nunca sucedería, que tú no lo sentías, que probablemente no te diste ni cuenta, que no lo hiciste para enamorarme ni para fastidiarme, pero, coño, lo hiciste.

Que eres una asesina, que lo amores matan, o eso al menos se comenta y tú me disparabas felicidad a quemarropa sin ningún tipo de compasión, tanta que no había quien la digiriera, tanta que me desbordaba y como todo lo que sube baja, yo caía siempre después, como caen las hojas en otoño, con la melancolía con la que se posan en el suelo deslizadas por el viento, recordando cuando estaban allí arriba, en lo más alto, con el resto de sus compañeras. Siempre quise hacer de eso que sentía un amor perene, sí, ya sabes, uno de esos que no caiga que esté siempre arriba.

Que  lo siento, que  no es por echarte la culpa de todo, pero recuerdo el día en que me enamoraste, recuerdo que aquel día tú también sonreíste primero, te acercaste, me sonreíste y me dijiste “hola”. Sí, un hola y una sonrisa me basta, debo ser el más idiota de todos los que emigran de Marte a Venus para encontrarte, no sé si a ti, pero al menos algo como lo que yo en ti encontré, algo así como un hola con tu sonrisa.

Que la verdad, que es que no creo que tengas la culpa, pero por favor, a mí tampoco me culpes, que motivos para enamorarse tienen muchos, pero yo los tengo todos.


@RubenCalvo8

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