martes, 10 de marzo de 2015

Besos a la fuga.

Él se encontraba en el camastro dormitando pensando en ella, en cuanto la echaba de menos, en cuanto iba a pasar hasta volver a tenerla entre sus brazos, estaba calibrando la distancia que los separaba. En resumen, estaba, como siempre, pensando en ella hasta que escucho unos pasos que se acercaban por el pasillo de la galería y que cesaron al llegar a su celda. Él levanto la vista y vio que era el carcelero y entonces se incorporo con una sonrisa de la cama mientras el carcelero le confesaba aquello que él ya sospechaba –Tienes visita, le dijo entre dientes con una media sonrisa. Él le miro con una duda en la cabeza, el carcelero se dio cuenta y asintiendo con la cabeza le dijo en voz baja –Si, es ella.

Ambos tanto carcelero como recluso recorrían aquel pasillo que separaba su modulo con el edificio de visitas. Al llegar ya allí el carcelero le dijo –Tienes 30 minutos, ya lo sabes. Él asintió solamente con una sonrisa. El carcelero lo acompaño hasta la silla y después se alejo para dejarlos intimidad. Él se sentó y la dijo –Hola, sabes que estaba pensando en ti hace un momento. Ella le devolvió el saludo fríamente con un hola y bajo la mirada, él al darse cuenta de que aquella visita no era puramente eso, le pregunto – ¿Qué te pasa? ¿Te ocurre algo?, ella alzo los ojos lentamente hasta colocarlos a la altura de los de él y le contesto -¿Cómo que si pasa algo? ¿Aun no te has dado cuenta? Tu estas aquí y me has dejado sola, y yo no puedo estar así. Él la corto intentando intervenir y la dijo tartamudeando sin saber bien que decir – Pe… pero será solo un tiempo, cometí un error pero lo… ella lo corto con furia –Lo solucionaras ¿verdad?, claro que lo solucionaras pero solo hasta que la vuelvas a cagar, no te das cuenta de que tu cometes errores y yo también los pago. Y entonces paro esperando su respuesta, él se limito a intentar tocarla la mano con las suyas pero la cadena que unía sus esposas a la mesa no se lo permitió e hizo que sus manos se quedaran a un par sentimientos, ella con los ojos llorosos le dijo –Lo ves, esto es lo que pasa. Que yo duermo sola todas las noches porque tu decidiste equivocarte otra vez, y yo ya no puedo esperarte más, no, esta vez no. ¿Sabes? Lo peor es que esta noche volveré a esperarte toda la noche hasta que me quede dormida y tú no podrás venir, soy así de tonta, pero prometo que esta va a ser la última noche que pase llorando porque no estás. Acabo de decirlo se levanto y cuando ya se había dado la vuelta para marcharse giro la cabeza para mirarle y le dijo –Adiós. Él que se encontraba aun sentado en la silla no pudo decir nada, bueno al menos ella no consiguió escuchar nada porque su adiós fue un susurro, unas de esas palabras que salen sin que quieras que salgan, que no quieres oír ni tú mismo, una de esas que te dejan algo cojo por dentro. El carcelero entonces se acerco y tocándole del hombro le dijo – No te preocupes, volverá. Él negó con la cabeza mientras el carcelero le quitaba las esposas que le unían a la mesa y le dijo –No, esta vez no, es mejor así, pero… Pero entonces hizo una breve pausa para decirle en voz baja y casi al oído –Tenemos que hablar.

Ya estaba anocheciendo y él conducía a toda prisa por la autopista pensando en cuanto tiempo tardarían en echarle en falta en la prisión, en cuanto tiempo le darían para estar con ella, “probablemente ya se hayan dado cuenta de que no estoy pero aun tienen que encontrarme” pensó. Conducía a toda velocidad por la autopista sin estar seguro de que estaba haciendo, pero con un objetivo claro, llegar a casa y verla de nuevo. A medida que avanzaba y que se reducían los kilómetros que los separaban sus nervios crecían, no estaba seguro de que ella quisiera verlo, y mucho menos, verlo siendo él un prófugo, pero al menos debía intentarlo, así se sucedían toda clase de pensamientos. Ya cuando vio su casa a lo lejos pensó en dejar de pensar tonterías y hacer lo que debía hacer. Y con esa decisión aparco el coche en la acera y apago las luces, entonces suspiro y bajo del coche, ando hasta colocarse frente a la puerta y allí se arrodillo y empezó a hurgar en la maceta de un planta, hizo un pequeño hoyo en la arena y extrajo una llave. Entonces sonrió para sí mismo y pensó “hay cosas que nunca cambian, tan despintada como siempre” y se acerco hacia la puerta para abrirla.

Ella estaba observando sus fotos con él, mientras dudaba si lo que había hecho estaba bien, para él, para ella, para los dos. No estaba segura de que fuera lo mejor, pero decidió pensar que si que lo mejor era separarse de él, aunque no fuera fácil… Entonces escucho como alguien estaba introduciendo la llave en la cerradura, ella se recostó apoyando su espalda contra la pared.

 La puerta se abrió y ella con la boca abierto le pregunto - ¿Que que haces tú aquí?, él la sonrió con cierta preocupación y le contesto –He pensado que ya que esta va a ser la última noche que estés pensando en mi, podríamos pasarla juntos. Él avanzaba hacia ella con pasos cortos pero firmes mientras ella que aun no se lo había terminado de creer le pregunto –Pero la policía, tu estas en la cárcel ¿Cómo?... Él la corto cuando ya se había colocado frente a ella y agachando la cabeza por la vergüenza dijo – Eso ahora no importa, no tenemos mucho tiempo. Él volvió a alzar la cabeza justo a tiempo para ver como la mano de ella se dirigía a su cara para darle un guantazo. Él se quedo con la cara ladeada por el impacto unos segundos porque aun no se atrevía a mirarla de nuevo a los ojos, cuando se armo de valor para hacerlo la vio sonriente y ella le dijo –Esa porque estás loco y qué demonios porque te lo mereces, esa y otras cuantas más, pero bueno si es verdad eso de que tenemos poco tiempo, hizo una pausa mordiéndose el labio para acabar diciendo - Sera mejor hacer esto. Ella entonces le beso y le volvió a decir eso de que estaba loco, pero esta vez en un susurro y en la oreja como si fuera una confidencia, algo suyo y solo suyo que nadie los podía quitar jamás.

Fueron unas horas que ocurrieron en sola habitación pero pasaron tantas cosas en tan corto periodo de tiempo, en tan poco espacio, que hay personas que incluso con una vida juntos no podrían entender. Aquella cama que se convirtió en su patio de recreo y aquellas sabanas en su escudo para olvidar lo que ocurría en el resto del mundo, aquella luz que daba la lamparita de la mesilla en la mejor guía para que ambos se encontraran los labios, en el mejor espejo posible para que ambos vieran sus miradas de “ojala esto fuera eterno”.

Pero, como ambos sabían, aquel momento no podía ser eterno y unos golpes en la puerta se lo recordaron y justo después oyeron aquello que ninguno de los dos quería oír. Él dejo de acariciarla el pelo y la dijo – Ya están aquí. Se levanto para ponerse los pantalones y entonces volvió a oír aquello de “policía, sabemos que está ahí dentro, está rodeado, salga con los brazos en alto”. Él ya vestido la miro y la beso por última vez, cuando él iba ya a abandonar la habitación, se dio la vuelta y la dijo –Esto no debe cambiar nada, te mereces ser feliz y conmigo, bueno ya sabes.... Ella asintió con la cabeza y le dijo –Adiós… y luego dijo algo en voz baja que él no consiguió escuchar, aunque la verdad es que no le hacía falta para saber que era. Cerró la puerta de la habitación y se acerco a la puerta que daba al exterior hasta que ella repitió con un grito – Te quiero. Ella salió de la habitación y se abalanzo sobre él para abrazarlo y llorando repitió – Te quiero, te quiero, te quiero. A él que también le salían lágrimas de los ojos la dijo – Yo también a ti, pero debo irme, y esta vez para siempre.

Entonces se dio la vuelta y salió con los brazos en alto y avanzo por el jardín acercándose a los coches patrulla hasta que el placaje de un policía le derribo y este le coloco las esposas diciéndole –Se acabo la excursión amiguito. El policía le introdujo en el coche del carcelero que también estaba allí, él una vez dentro pudo escuchar como el policía le decía al carcelero –Ahora es trabajo vuestro, no la volváis a cagar. El carcelero asintió y se metió en el asiento del conductor para comenzar el viaje de regreso a la prisión.

Ninguno de los dos abrió la boca hasta que se acercaban ya a la prisión y él le dijo –Gracias, te debo otra más. El carcelero asintió con la cabeza y dijo –Para eso están los hermanos ¿no? Para ayudarse, bueno aunque no lo seamos del todo. Ains suspiro y continuo – Quien le iba a decir a tu madre y a mi padre que sus hijos acabarían así, uno interno y otro como funcionario de la misma cárcel, como es la vida. Además con este golpe que me diste para disimular no creo que nadie sospeche eso de que te deje salir por propia voluntad y además aun no saben que somos hermanast... El carcelero paro al darse cuenta de que él no le estaba escuchando y entonces le pregunto – ¿Ha merecido la pena? Él solo pudo decir –Si, y se quedo pensando en eso, en si realmente había merecido la pena alargar su pena por un par de horas, y siempre llegaba a la misma conclusión que no cambiaría por nada del mundo aquellas horas, aquellos minutos ni aquellos segundo.


Él tiempo paso, y ella consiguió rehacer su vida sin él, con alguien no tan loco, algo más normal quiero decir. Él cumplió su pena y salió de la cárcel para iniciar su nueva vida sin ella, una vida algo loca como era propio de él, con muchos sobresaltos, con idas y venidas, con toda esa clase de cosas que iban con él por defecto. Ambos vivieron sus vidas diferentes, cada uno a su manera pero ambos siempre guardaron un pequeño hueco en el corazón para guardar el recuerdo de aquellas horas, de aquella habitación, de aquella cama, de aquellas sabanas y esa luz de la mesita de noche, siempre vivieron con el recuerdo de lo que pudo ser y no fue, con el recuerdo de aquellos “besos a la fuga”. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario